La sombra y el perro

Era practicamente la medianoche cuando me encontraba dormido, recuerdo que de pronto me sentí entre dormido y despierto y quise despertar, pero no podía.
Algo me jalaba hacia dentro de la cama y poco a poco sentía que me iba hunidiendo, mientras más trataba de levantarme más me hundía y de pronto sentí unas manos que me tomaban de los hombros jalandome hacia dentro de la cama.

No podía abrir los ojos ni podía hablar, entonces de pronto ya pude abrir los ojos y vi el techo de mi cuarto, sentía las manos que me jalaban y trataba de gritarle a mi mamá o a alguno de mi familia para que me ayudara.
Pero sucedió lo más horrible de toda la noche.

Asi sin poderme mover pude voltear y vi que una sombra pasó rapidamente por la ventana, de pronto sentí mucho frío y una ráfaga de aire entró.
Eso era imposible porque no tenía abierta la ventana, sin embargo la sentí.
Me encontraba desesperado y con mucho miedo, sentía esas horribles garras jalandome hacia la cama, no podía hablar ni moverme solo mirar como pasaban las cosas esa noche.

La sombra se proyecto por el techo y yo empecé a rezar, sentía que algo no estaba mal y sólo rogaba porque fuera lo que fuera no se apoderara de mi, la cama empezó a sacudirse como si alguien la estuviera empujando y yo rezaba aun con más fuerza, de pronto se escuchó un grito hueco, sonoro, muy grave... como si se fuera alejando, era como un quejido y lo acmpañaron otros quejidos como los que se ven en las peliculas de muertos.
Se alejaron y por fin pude moverme, mi cuerpo me dolía y estaba empapado en sudor y pronto descubrí que todo lo había soñado
Me levanté y fuí a la cocina a tomar un vaso de leche caliente, tratando de quitar de mi cabeza la terrible sensacion y la experiencia tan amarga que había vivido.

Ya más tarde regrese a la cama, sólo para escuchar una voz horrible que decía mi nombre, me levanté rápidamente y entonces descubrí algo que me dejó aterrado.

Alrededor de mi cama había tierra o ceniza, no lo sé, era un polvo oscuro que no sé de donde había salido.

Salté a la cama y comencé a rezar de nuevo, recuerdo que tenía lagrimas en los ojos y mucho miedo, las voces se escucharon de nuevo quejándose y yo deseaba que de nuevo fuera una pesadilla.

Me arrojé sobre la biblia que tenía guardada en un cajón y empecé a pedir porque no me pasara nada, luego escuché ruidos afuera y vi que la sombra se acercó a mi ventana.

Abrazé la biblia con todas mis fuerzas y oré como nunca.
Sonó un golpe seco y un grito y de pronto ya no se escuchó nada más. A lo lejos el perro de la casa vecina aullaba y todo volvió a la normalidad.
Al otro día me enteré que el perro había muerto en la noche y nunca supieron porque.

El exorcismo de Anneliese Michel

Anneliese Michel (* 21 de septiembre de 1952 – † 1 de julio de 1976) fue una niña alemana que se creyó que fue poseída por seis o más demonios. Nacida en Leiblfing, Baviera, creció en la pequeña localidad de Klingenberg am Main, en esta misma región. Sus padres, muy religiosos, le dieron una educación profundamente católica. En 1968, con 16 años, Anneliese comenzó a padecer extraños ataques y se le diagnosticó epilepsia. Permaneció ingresada en el hospital psiquiátrico de Würzburg. Cuando salió, fue capaz de completar sus estudios de bachillerato y matricularse, en 1973, en la Universidad de Würzburg.
Sin embargo, durante todo este tiempo Anneliese aseguró escuchar voces de ultratumba y ver visiones demoníacas que atribuyó a una posesión infernal. Los médicos que la atendieron no encontraron paliativos ni una explicación satisfactoria a los padecimientos de la joven, los padres católicos optaron por pensar que su hija, en efecto, estaba poseída. Se dice que los mismos demonios no le permitían comer; eso le provoco una terrible inanición. En 1973, los padres acudieron a la parroquia local solicitando a los religiosos que su hija fuera sometida a un exorcismo. Al principio, todos ellos lo rechazaron, ya que la doctrina de la Iglesia Católica con respecto a estas prácticas es muy estricta. Entre otras cosas, los poseídos, según la Iglesia, deben ser capaces de hablar lenguas que nunca han estudiado, tener poderes sobrenaturales, y mostrar una gran aversión hacia los símbolos religiosos.
Poco después, el párroco Ernst Alt, considerado un reputado experto en la materia, creyó probar que Anneliese reunía las condiciones suficientes para considerarse endemoniada y consiguió el permiso de las autoridades eclesiásticas para realizar un exorcismo siguiendo los pasos del Rituale Romanum.
Durante las sesiones (muchas de ellas documentadas de forma audiovisual), Anneliese manifestó estar poseída por hasta seis demonios diferentes, incluidos Lucifer, Fleishman, Caín, Judas Iscariote y Nerón. También afirmó estar bajo el poder de los espíritus de Hitler, de un párroco caído en desgracia y Julio César Molina más conocido como el profanador de tumbas animales. El exorcismo se prolongó durante un año y finalmente Anneliese murió a los 23 años.
Está registrado que las últimas palabras que la joven dijo a su madre fueron "Madre, tengo miedo" y que la última frase que dirigió a los exorcistas fue "Por favor, pidan la absolución". La autopsia de Anneliese atribuyó el fallecimiento a la desnutrición y deshidratación. Antes de eso, se había destrozado las rodillas en ataques de genuflexión (acción de doblar una rodilla en señal de adoración a Dios) compulsiva. Este hecho inspiró los filmes: El exorcismo de Emily Rose (2005) y Réquiem (El exorcismo de Micaela). Los padres y los curas que realizaron el exorcismo fueron procesados judicialmente dos años después, en 1978, y hallados culpables de negligencia médica. En un periodo prolongado de discusión, se dictaminó una sentencia de 6 meses y libertad condicional bajo fianza. Sin embargo el caso de esta mujer sigue siendo controvertido ya que si bien muchos atribuyen su muerte a un caso severo de negligencia por parte de sus padres y de los sacerdotes, otros afirman que Anneliese Michel murió luchando contra las fuerzas del demonio. Los padres de Anneliese aseguran haber visto sombras "corriendo" en los pasillos de la casa donde estaba su hija: "Cuando nosotros íbamos a ver a Anneliese veíamos sombras en los pasillos, cerca de la habitación de nuestra hija". Días antes de su muerte, Anneliese gritaba en su clase asegurando que "Todos los demonios la seguían", esto hacia que hasta sus mejores amigos dejaran de visitarla, excepto su novio: "Ella murmuraba que me alejara de ella, pero nunca la dejé sola". Quienes estuvieron presente los exorcismos de Anneliese, afirmaron que las cruces se volteaban hacia abajo misteriosamente y las ventanas se rompían como si alguien aporreara algo en ellas. Enrst Alt les decía a los padres que debían mantener la calma, pues esto sucedía debido a la presencia demoníaca.

Los fantasmas de la Torre de Londres

Situada en el centro de la ciudad, junto a la ribera norte del río Támesis, la Torre de Londres es uno de los monumentos históricos más antiguos de la capital inglesa. A lo largo de sus casi mil años de existencia ha tenido diversos usos, sirviendo como fortaleza defensiva, palacio real, depósito de las Joyas de la Corona y lujosa prisión para nobles caídos en desgracia. Fue además el lugar en el que muchos de estos personajes ilustres probaron el hacha del verdugo.
Asegura la tradición que la Torre está encantada, que gran parte de los que murieron en ella aún habitan entre sus paredes y, desde hace siglos, efectúan frecuentes apariciones nocturnas, poniendo a prueba los nervios de guardias y centinelas.
El más famoso de los espíritus que supuestamente se pasean por el edificio es el de Ana Bolena, segunda esposa de Enrique VIII, decapitada el 19 de mayo de 1536. Su manifestación más espectacular tuvo lugar en 1864, cuando uno de los guardias la vio salir de entre la niebla, vestida de blanco y sin cabeza. Atemorizado, el guardia le clavó su bayoneta, momento en el que una especie de rayo luminoso se propagó por el cañón del fusil hasta impactar en él, dejándole inconsciente en el acto. Dos soldados más y un oficial corroboraron haber visto al espectro desde una ventana.
Otro fantasma que perturba las tranquilas noches de los centinelas es el de Margaret Pole, condesa de Salisbury, ejecutada en 1541. En cada manifestación representa sus últimos instantes de vida, los cuales fueron particularmente truculentos (el verdugo tuvo que golpear tres veces su cuello para completar el trabajo).
Más tranquilas son las apariciones de Tomas Becket, que aunque fue asesinado en la catedral de Canterbury (en 1170) regresa de vez en cuando a visitar la Torre, de la cual fue gobernador; y las del príncipe Eduardo V y su hermano el duque de York, asesinados por su tío Ricardo III en 1483, quienes se pasean por los corredores cogidos de la mano y vestidos de blanco.
Sir Walter Raleigh, prisionero de la Torre entre 1603 y 1616 y decapitado en aquel mismo lugar en 1618, pasó también a formar parte del batallón de ilustres almas en pena al que tienen que enfrentarse los guardas nocturnos. Dicen que se le puede ver rondando los aposentos en los que estuvo retenido.
Pero no solo se presentan espectros humanos. En ocasiones, un enorme oso cruza corriendo los pasillos, apareciendo y despareciendo a través de lugares imposibles. Edmund Lenthal Swifte, Guardián de las Joyas de la Corona durante casi cuarenta años, contó en 1860 en Notes and Queries, cómo uno de los centinelas vio salir al oso por debajo de una puerta. Al igual que haría años después el soldado que se encontró con Ana Bolena, el centinela le clavó la bayoneta, perdiendo el sentido en ese instante. A diferencia de su colega, éste no se recuperó de la experiencia y murió a los pocos días.
El propio Swifte fue testigo de una aparición sobrenatural en el edificio. Según él mismo cuenta, una noche en la que cenaba con su familia en la sala de estar de la Casa de las Joyas, cerca de la medianoche, él y su mujer vieron aterrorizados cómo una forma cilíndrica, como un tubo de cristal lleno de una densa nube entre blanca y azul, se materializaba en el aire y comenzaba a flotar por la habitación. Llegó a tocar el hombro de la mujer de Swifte, momento en el que éste le arrojó una silla, con lo que el extraño objeto desapareció.